sábado, 24 de marzo de 2007

La verdad y sus consecuencias.

Los humanistas cren que si conocemos la verdad, seremos libres. Esta fe moderna en la verdad es el vestigio de un antiguo credo que nació con Sócrates, se contagió a Platón y luego heredó el cristianismo. Sócrates creía que la mejor vida era la vida examinada porque pensaba que verdad y bien eran una misma cosa y que la auténtica verdad radicaba en las cosas invariables y eternas, perfectas: la idea del Bien, de la Belleza, de la Verdad...Pero una cosa es el conocimiento humano, y otra su bienestar. Lo cierto es que el ser humano no es un animal programado genéticamente para la búsqueda de verdades eternas sólo alcanzables por la razón. La vida examinada puede no valer la pena desde el momento en que no es apta y útil para vivirla. En la lucha por la vida el gusto por la verdad es un lujo que se paga caro, quizás con la propia vida. La teoría darwiniana nos dice que para la supervivencia o para la reproducción no se necesita interés por la verdad y lo normal es que suponga una desventaja, o al menos un inconveniente.

Sólo cuando la mente, torturada por alguna tensión interior, ha perdido toda esperanza de felicidad, odia su jaula de vida, y busca más allá.

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